Mi deseo siempre ha sido vivir una buena nevada en Maderuelo, así como las conozco de Alemania, y allí también más de mi niñez que de ahora. El viernes, 9 de enero, se cumplió el sueño: a la vuelta de compras en Aranda de Duero no dejó de nevar, hasta el punto que en momentos se puso difícil avanzar en la carretera.
Sí llegamos, más o menos a última hora, sobre las dos de la tarde. Pocos más entraron después en Maderuelo, y a partir de este momento hasta la mañana siguiente al pueblo se podía considerar como aislado del resto del mundo.
Así los pocos que hay entre la semana en el pueblo, nos quedamos solos también este fin de semana. Los dos bares por falta de clientes ni se molestaron en abrir, de tal forma que algunos de los clientes asiduos de uno de los bares nos reunímos en nuestra casa para consolarnos con vino caliente aromatizado al estilo alemán.
El próximo día, sábado, se veía el paisaje así:
lo que invitaba a largos paseos a todos los que tenían la suerte de vivir este día desde su principio en el pueblo.
La noche del domingo (11 de enero) al lunes no me fiaba de mis ojos: el termómetro bajó un grado por hora, más o menos; antes de irme a la cama veía, a las 2:49 h, que ya habíamos llegado a 12,6 grados bajo cero:
No extraña que luego sobre las 7 de la mañana - según como contaron madrugadores - hubo 20 grados bajo cero.
Quien tenga ganas e interés mire a esta selección de las tantísimas fotos que tomaba tanto el primer día de la nevada como los días siguientes (hasta los días del derretimiento acelerado por temperaturas elevadísimas):
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