10 de mayo de 2008

Quema de libros hace 75 años

El 10 de mayo de 1933 (y en todo el verano siguiente) en muchas ciudades alemanas tuvo lugar la quema de aquellos libros que no eran compatibles con la ideología del gobierno de Hitler que había llegado al poder poco más que cuarto de año antes. Pero hay que destacar que la iniciativa de esta quema de libros no se debía a alguna instancia gubernamental, sino al estudiantado organizado a nivel nacional; a esta acción, salvo excepciones, no se opuso el profesorado universitario, sino la apoyaba.

Era un bibliotecario, Wolfgang Herrmann, entonces de 29 años de edad, que había complilado la lista de los autores cuyas obras tenían que ser tiradas al fuego. Estas listas a lo largo de los años fueron actualizadas, normalmente consistiendo en una ampliación.

En el internet se encuentran, p. ej., estas listas:
Relación I
Relación II
Relación III

Dos días más tarde me enteré de otro intento de documentación de los autores prohibidos que me parece necesario citar: Quema de libros - Literatura del exilio. Allí la relación de los autores prohibidos así como también la relación de los libros quemados.

Gracias a una iniciativa municipal en Múnich tuvieron lugar actividades en memoria de la quema de libros en dos sitios muy centrales: lecturas de autores "quemados" durante 2 horas por la mañana en el Odeonsplatz:
... así como también de las 10 hasta las 23 horas en el Königsplatz:
En este Königsplatz (en el fondo de la última foto todavía se ve la entonces central del partido fascista gobernante) aquel miércoles lluvioso a las 23 horas se concentraron 50.000 personas, lo que entonces correspondía a un 10 por ciento de la población de Múnich, para asistir a la quema de libros.

1 comentario:

Cigarra dijo...

Gracias por el enlace a la lista de autores y libros quemados. Es una parte de la historia que todos debemos recordar para que no se repita nada igual. Qué buena una iniciativa como esa de las lecturas públicas.
El gran poder de la palabra escrita se pone de manifiesto en el miedo que le tienen los dictadores. Eso hace que una se sienta orgullosa de trabajar en una biblioteca.